martes, 19 de julio de 2011

CULPABILIDAD POR EL CUERPO

La mayoría de las mujeres se sienten culpables y avergonzadas de su cuerpo, sin necesidad de estar enfermas, ni padecer algún tipo de trastorno alimentario. Nadie está libre de esto, como llamado a no perpetuar a lo largo del tiempo las causas sociales y culturales que inciden.
 
El principal culpable de los trastornos alimentarios es la educación dada a las mujeres. Desde chicas han interiorizado que no pueden ser gordas, que deben mantener el control sobre su cuerpo y comer como un pajarito, y que es mejor que se las vea, a que se las oiga. Ser atractivas a inteligentes y pensantes. Todo porque las niñas buenas nunca dicen que no y tienen que tragarse los problemas. Es una lucha contra ellas mismas y todo lo que se les ha enseñado.
 
Otros de los responsables son: el canon de belleza existente, la herencia genética y la educación recibida. Cuando todo esto se manifiesta aparece esta enfermedad tan escurridiza, misteriosa y terrible.
 
Así, el problema no es la comida, que funciona como síntoma mientras el cuerpo, es el medio a través del que se expresan una serie de problemas muy profundos.
 
La dieta no saludable, las preocupaciones excesivas por el peso y forma corporal y la insatisfacción con el propio cuerpo han sido identificados como importantes factores de actitud y conducta específicos del trastorno, así como las influencias familiares y sociales, tales como copiar la conducta de amigos y el alarde de la sociedad de recalcar las figuras delgadas a través de los medios de comunicación masiva y el bajo nivel cultural.
 
Se identifican también otros factores de riesgo tales como la falta de afecto, el abuso físico y sexual, la intimidación, baja autoestima, dificultades para enfrentar el estrés y conflictos afectivos.
 
Aunque la incidencia y prevalencia de los trastornos alimenticios es baja, sus consecuencias pueden ser graves: aproximadamente entre un 25 y un 33% de los pacientes con anorexia o bulimia nerviosa desarrollan un trastorno crónico con complicaciones que pueden terminar con su vida.
 
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son un grupo de enfermedades que se caracterizan por la presencia de alteraciones en la forma de comer por exceso o por defecto, cuyo origen radica en conflictos psicológicos no resueltos, que hacen que el individuo que lo padece tenga la necesidad de mantener dicha conducta para sentirse mejor o aliviar su angustia.
 
Son muchos los factores que intervienen en su aparición. Por un lado, existen factores predisponentes, de tipo genético, social, familiar y personal, y, por otro, factores precipitantes. De la interacción entre ambos surge una insatisfacción personal y corporal que puede desembocar en un deseo de adelgazar.
 
Una vez iniciado el trastorno, las consecuencias derivadas del mismo lo mantendrán o agravarán (por ejemplo, el efecto de la desnutrición, los cambios en el entorno familiar, la alteración en el estado de ánimo o la sensación de logro y control).
 
Llegar a un diagnóstico de estas patologías no siempre resulta fácil; por ello, es recomendable observar la posible aparición de síntomas -que hagan sospechar el desarrollo posterior del trastorno- tales como pérdida de peso inexplicable, dejar de tener la menstruación, cambios bruscos de carácter (irritabilidad), pertenencia a grupos de riesgo, mayor sensación de frío que otros compañeros y preocupación excesiva por perder peso siendo personas delgadas (debido a una alteración en la percepción de la figura).
 
La pérdida de peso se autoprovoca a través de distintos mecanismos (restricción alimentaria y ejercicio intenso en la forma restrictiva, o provocándose el vómito y tomando laxantes o diuréticos en la forma purgativa). Además, se aprecia un trastorno endocrino que puede ocasionar falta de menstruación en la mujer e impotencia sexual en el varón.
 
En cuanto a la evolución, en aproximadamente el 50% de los casos de anorexia nerviosa se consigue la remisión completa, remisión parcial  en el 20-30% de los casos y el 10-20%  evolucionan a la cronicidad.
 
Las secuelas físicas más frecuentes a largo plazo son la pérdida de cantidad de hueso y el aumento del riesgo de fracturas algunas, espontáneas. Si la enfermedad ha comenzado al inicio de la pubertad, en la fase de crecimiento y desarrollo puberal, puede que la estatura final sea menor y que el desarrollo de las características sexuales se vea afectado.
 
El origen de las complicaciones son la pérdida de peso por consumir menos alimentos, aunque ocurra de forma lenta, provoca muchos problemas en la salud de estos pacientes. El cuerpo se intenta adaptar a estar situación de escasez de nutrientes, desarrollando mecanismos para compensar y disminuir así sus necesidades. Pero si esta situación crítica se mantiene, y no se trata de forma adecuada, puede causar graves secuelas con un agotamiento orgánico e incluso, a veces, la muerte.
 
En la bulimia existe una alternancia entre una ingesta compulsiva (atracones) y un período de restricción alimentaria y/o conductas dirigidas a controlar el aumento de peso debido a esa ingesta voraz. Existe un miedo extremo a engordar y a perder el control sobre la figura.
 
Para los enfermos, los atracones suponen una ingesta de forma abusiva que se realiza de forma oculta, con sensación de vergüenza si son descubiertos. Esta ingesta excesiva se contrarresta mediante la provocación de vómitos, ejercicio intenso, uso de laxantes o diuréticos y períodos de ayuno. En cuanto a la evolución, el 60% son de buen pronóstico, en el 30% hay una recuperación parcial y en un 10% el pronóstico es malo.
 
Las complicaciones de los vómitos continuos en los pacientes con bulimia ocasionan que el contenido acido del estómago permanezca más tiempo en contacto con el esófago y con los dientes, que no están preparados para ello. Los dientes, sobre todo, la parte interna de los superiores, se deterioran, pierden el esmalte, desarrollan caries y se caen. Además los vómitos repetidos y los esfuerzos realizados contribuyen a desarrollar hernia de hiato (parte del estómago pasa al lugar del esófago), con inflamación del mismo, lo que ocasiona ardor y malestar gastrico. Aunque no es frecuente, puede haber roturas del esófago y del estómago que, si no se tratan a tiempo, pueden ser mortales.
 
Se estima que en un 20-30% de los pacientes cambia el diagnóstico (de AN a BN o de BN a AN) a lo largo del tiempo, debido a baja autosuficiencia o autonomía, elevadas críticas paternas, abuso o dependencia de alcohol.
 
En el trastorno por atracón, se producen al igual que en la bulimia, consumos de grandes cantidades de alimentos con una absoluta falta de control sobre la ingesta durante el episodio. En este caso no aparecen conductas compensatorias, por lo que se llega a alcanzar en ocasiones un gran aumento de peso y obesidad, hipertensión arterial y problemas con el colesterol.
 
 
  Secuelas y complicaciones
 
El menor peso en el momento del diagnóstico, la larga duración de la enfermedad, el mayor número de hospitalizaciones y el consumo elevado de alcohol, están relacionados con el aumento de la probabilidad de muerte.
 
Las causas más comunes son: arritmias cardíacas por alteración de electrolitos (como el potasio) en caso de vómitos repetidos, situación que empeora si hay abuso de diuréticos o laxantes y el suicidio a causa de una salud mental deteriorada.
 
Para el tratamiento de estas enfermedades es indispensable contar con la colaboración de la familia y debe llevarse a cabo por profesionales especializados en las complicaciones médicas, psicológicas, sociales y familiares que puedan surgir.
 
Se comienza ayudando al paciente a trabajar diferenciando sus pensamientos sanos de los enfermos, para poder espantar a estos trastornos alimentarios, compañeros que hay que evitar, teniendo en cuenta que el mayor enemigo no es el cuerpo, sino las emociones negativas, y sobre todo el silencio.

LA CLAVE ESTÁ EN LA PREVENCIÓN Y DETECCIÓN PRECOZ

Una unidad de trastornos alimentarios que dispense a los pacientes un tratamiento integral, sin esperas interminables, sin traslados y sin necesidad de recurrir a la sanidad privada para conseguir una terapia que aborde la enfermedad desde todos los ángulos. Es la reclamación de partida con la que nace la Asociación para la prevención y ayuda de los trastornos del comportamiento alimentario (Apatca), una agrupación leonesa que nació el pasado mayo con el reto por delante de reivindicar servicios para los pacientes con anorexia y bulimia.

Desde entonces son ya una veintena las familias que se han adherido a la asociación, que tiene su sede en Padre Isla (teléfono de contacto 638824312). Su presidenta, Yolanda Gago, reconoce que las familias viven auténticos dramas. «Esta enfermedad es muy difícil de entender. Yo soy médico y aún así me costó mucho y me vi muchas veces sola para soportar todo esto». Por eso, en cuanto su familia venció la enfermedad, Yolanda Gago se vio en la obligación de ayudar a otros padres, abuelos y hermanos que pasan ahora por ese trance.

«Lo que hacemos es asesorarles en los primeros pasos. Es muy importante que la enfermedad se diagnostique y se trate cuanto antes. Les ofrecemos una primera valoración médica y psicológica», explica Yolanda. En la actualidad, León no dispone de una unidad de trastornos alimentarios, una de las grandes reclamaciones de la asociación. «A los menores se les trata en la unidad de psiquiatría infanto-juvenil, que aglutina todo tipo de trastornos y están desbordados. Y a los adultos en salud mental, donde también están mezclados con todo tipo de patologías. Además, si un menor tiene que ser hospitalizado lo trasladan a Valladolid», explica Yolanda. La unidad especializada a la que aspira la asociación no es otra cosa que un equipo formado por psiquiatras, psicólogos y endocrinos con estancia hospitalaria.

Yolanda reconoce que, a día de hoy, los trastornos alimentarios siguen siendo los grandes desconocidos incluso para la clase médica. «Quizá es desinformación, no lo sé. Pero en el caso de los médicos generales o los ginecólogos, por ejemplo, cuando detectan una amenorrea en estas niñas muchas veces ponen un tratamiento hormonal en vez de remitirlas a salud mental. No son conscientes del problema, aunque la paciente llegue ya muy delgada», reprocha.

La asociación asegura que la falta de una unidad especializada ralentiza los tratamientos. «La frecuencia es muy inferior. Por ejemplo, la terapia psicológica debería ser cada dos semanas y se hace cada más de un mes. Al final tienes que recurrir a la sanidad privada y no todo el mundo se lo puede permitir».