martes, 19 de julio de 2011

LA CLAVE ESTÁ EN LA PREVENCIÓN Y DETECCIÓN PRECOZ

Una unidad de trastornos alimentarios que dispense a los pacientes un tratamiento integral, sin esperas interminables, sin traslados y sin necesidad de recurrir a la sanidad privada para conseguir una terapia que aborde la enfermedad desde todos los ángulos. Es la reclamación de partida con la que nace la Asociación para la prevención y ayuda de los trastornos del comportamiento alimentario (Apatca), una agrupación leonesa que nació el pasado mayo con el reto por delante de reivindicar servicios para los pacientes con anorexia y bulimia.

Desde entonces son ya una veintena las familias que se han adherido a la asociación, que tiene su sede en Padre Isla (teléfono de contacto 638824312). Su presidenta, Yolanda Gago, reconoce que las familias viven auténticos dramas. «Esta enfermedad es muy difícil de entender. Yo soy médico y aún así me costó mucho y me vi muchas veces sola para soportar todo esto». Por eso, en cuanto su familia venció la enfermedad, Yolanda Gago se vio en la obligación de ayudar a otros padres, abuelos y hermanos que pasan ahora por ese trance.

«Lo que hacemos es asesorarles en los primeros pasos. Es muy importante que la enfermedad se diagnostique y se trate cuanto antes. Les ofrecemos una primera valoración médica y psicológica», explica Yolanda. En la actualidad, León no dispone de una unidad de trastornos alimentarios, una de las grandes reclamaciones de la asociación. «A los menores se les trata en la unidad de psiquiatría infanto-juvenil, que aglutina todo tipo de trastornos y están desbordados. Y a los adultos en salud mental, donde también están mezclados con todo tipo de patologías. Además, si un menor tiene que ser hospitalizado lo trasladan a Valladolid», explica Yolanda. La unidad especializada a la que aspira la asociación no es otra cosa que un equipo formado por psiquiatras, psicólogos y endocrinos con estancia hospitalaria.

Yolanda reconoce que, a día de hoy, los trastornos alimentarios siguen siendo los grandes desconocidos incluso para la clase médica. «Quizá es desinformación, no lo sé. Pero en el caso de los médicos generales o los ginecólogos, por ejemplo, cuando detectan una amenorrea en estas niñas muchas veces ponen un tratamiento hormonal en vez de remitirlas a salud mental. No son conscientes del problema, aunque la paciente llegue ya muy delgada», reprocha.

La asociación asegura que la falta de una unidad especializada ralentiza los tratamientos. «La frecuencia es muy inferior. Por ejemplo, la terapia psicológica debería ser cada dos semanas y se hace cada más de un mes. Al final tienes que recurrir a la sanidad privada y no todo el mundo se lo puede permitir».

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